A nuestra querida escuela llegábamos ascendiendo los escalones de su edificio, -quienes lo construyeron sabían que la emplazaban en una zona inundable.
Subiendo esos interminables escalones, llegamos en el otoño de 1959, medio centenar de niños a poblar las aulas del turno de la tarde.
Primero "C" a compartir el afecto de la señorita Pilar y primero "D" el de la señorita Angélica (Queca).
Pacticar las primeras letras y colorear los dibujos que la maestra nos entregaba era nuestro esmero.
Pero el recreo era el momento más esperado. Y lo seguiría siendo en los años venideros. Llegábamos a él preparados con golosinas y juegos.
En la escuela econtramos que no solo nuestra maestra o nuestros compañeros tendrían influencia sobre nosotros, sino otros personajes igualmente influyentes: las Sras. de Giacobone y de Rey, directora y vice respectivamente, la Sra. de Cogorno, para nosotros "la secretaria", pero también y muy especialmente Clara, la auxiliar a quien nuestros padres llamaban "la portera".
Pero además de las personas, nuestros cuerpitos en crecimiento aprendieron a desplazarse por los espacios permitidos de la escuela, evitar otros y llenar de fantasías aquellos a los que se nos prohibía acceder.
Así "la Caldera" fue el espacio especialmente inaccesible que llenaba nuestras fantasías de horripilantes escenas.
De todo esto, mitos y leyendas de nuestra escuela, hablaremos por aquí...
Subiendo esos interminables escalones, llegamos en el otoño de 1959, medio centenar de niños a poblar las aulas del turno de la tarde.
Primero "C" a compartir el afecto de la señorita Pilar y primero "D" el de la señorita Angélica (Queca).
Pacticar las primeras letras y colorear los dibujos que la maestra nos entregaba era nuestro esmero.
En la escuela econtramos que no solo nuestra maestra o nuestros compañeros tendrían influencia sobre nosotros, sino otros personajes igualmente influyentes: las Sras. de Giacobone y de Rey, directora y vice respectivamente, la Sra. de Cogorno, para nosotros "la secretaria", pero también y muy especialmente Clara, la auxiliar a quien nuestros padres llamaban "la portera".
Pero además de las personas, nuestros cuerpitos en crecimiento aprendieron a desplazarse por los espacios permitidos de la escuela, evitar otros y llenar de fantasías aquellos a los que se nos prohibía acceder.
Así "la Caldera" fue el espacio especialmente inaccesible que llenaba nuestras fantasías de horripilantes escenas.
De todo esto, mitos y leyendas de nuestra escuela, hablaremos por aquí...
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