Todo aquel que era enviado a pararse en ese sitio lo sabía.
Algunos eran asiduos residentes, pero otros circunstanciales.
Así nos lo cuenta "Cachito":
"Una sola vez me mandaron ahí, no me acuerdo por qué, pero fue una fea experiencia porque lo peor era cuando llamaban para salir. ¿Se acuerdan que todos formaban en el salón y de ahí iban saliendo grado por grado y en orden?, me daba vergüenza porque mientras iban saliendo todos te miraban".
¡Nos vemos amigos!
Sin duda no era el timbre en sí mismo el responsable de la triste experiencia, sino su proximidad con la oficina de la Dirección.
Pero ese parece ser un rito bastante universal.
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